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Budín de Coco con un Irresistible Relleno de Dulce de Leche

Hay días grises en los que el cielo parece que no va a dar tregua. Días en los que el cuerpo pide algo más que una manta; pide un abrazo comestible, un sabor que te reinicie por dentro.

En una de esas tardes, con el sonido de la lluvia de fondo, nació mi versión de este budín. Tenía coco rallado en la despensa y un pote de dulce de leche mirándome con insistencia. La combinación sonaba a gloria.

No es una receta cualquiera. Es el resultado de varios intentos, de pequeños ajustes y de ese descubrimiento maravilloso que ocurre cuando te atreves a meter un corazón de dulce de leche dentro de un bizcocho esponjoso.

Hablemos de las calorías (sin miedo)

Siendo honesto, cuando preparo este budín, la calculadora de calorías es lo último en lo que pienso. Es un postre para celebrar, para compartir o para darse un capricho necesario. No es una ensalada, y está bien que no lo sea.

Una vez, por pura curiosidad, hice un cálculo aproximado. Cada porción generosa puede rondar las 450 calorías. Sí, es un gusto, pero uno que vale totalmente la pena.

Lo bueno de hacerlo en casa es que tienes el control total. Sabes que estás usando manteca de verdad, huevos frescos y ningún conservante extraño. Al final, esa calidad también es una forma de cuidarse.

Los ingredientes para nuestro budín

Lo que más me gusta de esta receta es que sus ingredientes son sencillos, de esos que probablemente ya tienes en casa o que encuentras en cualquier tienda de barrio. No necesitas nada exótico.

Vamos a necesitar 200 gramos de coco rallado. Este es el alma del bizcocho, el que le da esa textura húmeda y ese aroma que te transporta directamente a un lugar más cálido.

También, 200 gramos de azúcar. Yo uso la blanca común, la de toda la vida.

Por supuesto, tres huevos grandes. Si puedes, déjalos un rato fuera de la nevera antes de empezar.

La grasa es importante, así que usaremos 100 gramos de manteca (mantequilla, no margarina, por favor). El sabor que aporta es incomparable. Simplemente la derrites y la dejas enfriar un poco.

Para la humedad, 200 ml de leche. La entera le da más cremosidad, pero la que tengas a mano funcionará bien.

La base de todo será la harina leudante, unos 250 gramos. Si no tienes, no hay problema: usa harina de trigo común y añádele dos cucharaditas de polvo de hornear. Es un truco que nunca falla.

Un chorrito de esencia de vainilla siempre realza los sabores. Con una cucharadita es suficiente.

Y la estrella, el corazón de nuestro budín: 300 gramos de dulce de leche repostero. Es fundamental que sea repostero. Aprendí por las malas que el dulce de leche común se derrite demasiado y se pierde en la masa. El repostero es más firme y mantiene su lugar.

Manos a la obra: la preparación paso a paso

Antes de ensuciarnos las manos, lo primero es encender el horno a 180°C. Mientras se calienta, preparamos el molde, uno rectangular tipo budín inglés. Le pasamos un poco de manteca por todas partes y luego lo espolvoreamos con harina. Así nos aseguramos de que nuestro budín salga perfecto.

Ahora empieza lo divertido. En un bol grande, ponemos los huevos y el azúcar. Con una batidora, le damos energía hasta que la mezcla se ponga pálida, espumosa y veas que ha crecido. Este paso es clave para que el bizcocho quede aireado.

Una vez que los huevos están listos, añadimos la vainilla, la manteca que ya estará tibia y la leche. Aquí cambiamos la batidora por una espátula. Mezclamos con movimientos suaves, como si no quisiéramos despertar a nadie, para que la mezcla no pierda el aire que tanto nos costó conseguir.

Es el turno de los ingredientes secos. Pasamos la harina por un colador (tamizarla hace una gran diferencia, créeme) y la incorporamos a la mezcla. De nuevo, con movimientos envolventes y paciencia. Justo antes de que la harina desaparezca por completo, añadimos el coco rallado. Terminamos de integrar todo hasta que no queden grumos.

Ha llegado el momento de armar esta maravilla. Vertemos la mitad de la masa en el molde que teníamos preparado. Ahora, con dos cucharas o una manga pastelera, formamos un surco en el centro con el dulce de leche repostero. Procura que no toque los bordes.

Cubrimos con el resto de la masa, con cuidado, asegurándonos de que el dulce de leche quede completamente sepultado. Es nuestro secreto.

Lo llevamos al horno. Tardará unos 40 o 45 minutos. Sabrás que está listo porque la casa olerá increíble y, al pincharlo con un palillo (en la parte del bizcocho, no en el centro de dulce de leche), este saldrá limpio y seco.

Una vez fuera del horno, hay que tener un poco más de paciencia. Lo dejamos enfriar unos 15 minutos en el molde antes de desmoldarlo sobre una rejilla. Si lo desmoldas en caliente, corres el riesgo de que se rompa.

Algunos secretos que aprendí con el tiempo

Con los años, he descubierto algunos trucos. Si quieres un sabor a coco aún más potente, puedes cambiar la mitad de la leche de vaca por leche de coco. El resultado es espectacular, mucho más tropical.

No batas la masa en exceso una vez que añades la harina. Si lo haces, el gluten se desarrolla demasiado y el budín puede quedar duro en lugar de esponjoso.

A veces, para darle un toque crujiente, esparzo unas pocas almendras fileteadas por encima antes de meterlo al horno. Combinan de maravilla.

Y si el dulce de leche se te hunde, no te preocupes, nos ha pasado a todos. La clave es usar el repostero y asegurarte de que la primera capa de masa sea lo suficientemente generosa como para sostenerlo.

Este budín se conserva de maravilla. Lo guardo en un recipiente hermético a temperatura ambiente y aguanta tierno tres o cuatro días. Aunque, si te soy sincero, en mi casa nunca ha durado tanto.

Este postre es la prueba de que no se necesita ser un repostero profesional para crear algo memorable. Es una receta que invita a ser compartida, que sabe a hogar y que tiene el poder de convertir una tarde gris en un momento de pura felicidad.

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