Tengo una pequeña rutina, casi una manía, con el café de después de comer: siempre tiene que ir acompañado de una galleta Lotus. Ese sabor especiado y acaramelado es el punto final perfecto.
Un día, con medio paquete de galletas mirándome desde la despensa, se me ocurrió una idea un poco loca: ¿y si convertía ese sabor en un postre completo? ¿Y si lo fusionaba con un clásico como el flan?
No voy a mentir, el primer intento fue un experimento interesante pero no perfecto. Sin embargo, el potencial estaba ahí. Después de un par de ajustes, nació esta receta que se ha convertido en mi arma secreta. Es el postre que preparo cuando quiero sorprender sin pasarme el día entero en la cocina.
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Una nota sobre las calorías y el tiempo
Seamos sinceros, esto es un postre con todas las letras. No es algo para comer todos los días si estás contando cada caloría. Calculo que una porción generosa puede rondar las 450 o 500 calorías, una deliciosa inversión en felicidad.
Lo bueno es que no te robará mucho tiempo. La preparación activa no son más de 15 minutos. El resto del tiempo, unos 45 o 50 minutos, es trabajo del horno. Mientras se hornea, la casa se inunda de un aroma espectacular y tú puedes relajarte.
Ingredientes para este invento
Lo que más me gusta es que no necesitas ingredientes extraños. Lo más «exótico» son las propias galletas, que a día de hoy se encuentran en cualquier supermercado.
- Galletas Lotus Biscoff: Unos 200 gramos, que viene a ser medio paquete de los grandes. Son la estrella indiscutible, así que no escatimes.
- Leche entera: Medio litro (500 ml). He probado con leche semidesnatada y el resultado no es el mismo. Este postre pide grasa para conseguir esa textura sedosa.
- Nata para montar: Unos 200 ml, de la que tiene un 35% de materia grasa. Es el secreto para una cremosidad superior.
- Huevos: Cuatro huevos grandes, de tamaño L. Si puedes, sácalos un rato antes de la nevera para que estén a temperatura ambiente.
- Azúcar: Unos 120 gramos para la mezcla del flan y otros 100 gramos que reservaremos para hacer el caramelo.
- Esencia de vainilla: Un chorrito generoso, como una cucharadita. Realza todos los demás sabores.
Manos a la obra: la preparación paso a paso
La preparación tiene su ritual, pero es muy sencillo. La parte más delicada, como en todo flan, es el caramelo. Con un poco de atención, no hay problema.
Primero, el caramelo sin dramas
Aquí es donde la mayoría de las veces la liaba al principio. Pon los 100 gramos de azúcar para el caramelo en una sartén o en el propio molde si es apto para el fuego. Añade unas gotitas de agua, muy pocas.
Ponlo a fuego medio y, sobre todo, ten paciencia. No lo remuevas al principio. Simplemente, deja que el calor haga su magia. Verás cómo el azúcar se empieza a derretir y a coger un color dorado.
Cuando tenga un bonito tono ámbar, apártalo del fuego. Ten cuidado, porque de ámbar a quemado hay un segundo de diferencia. Vierte el caramelo rápidamente en el fondo del molde que vayas a usar y repártelo bien por toda la base. Déjalo enfriar.
La mezcla del flan
Mientras el caramelo se endurece, trituramos las galletas. Yo las meto en la picadora hasta que se convierten en un polvo fino. El olor que desprenden ya te va avisando de lo bueno que va a salir de ahí.
En un bol grande, bate los cuatro huevos con los 120 gramos de azúcar. No hace falta batir con furia, solo lo justo para que se mezclen bien.
Añade la leche, la nata y la vainilla. Remueve suavemente. Ahora, incorpora el polvo de galletas y mezcla con unas varillas hasta que no queden grumos. Intenta no sobrebatir para no crear mucho aire en la mezcla, que luego se traduce en agujeritos en el flan.
El horno y el baño maría
Vierte esta mezcla en el molde, sobre el caramelo que ya estará duro como una piedra. Precalienta el horno a 180°C.
Coloca tu molde dentro de una bandeja de horno más grande y vierte agua caliente en esa bandeja exterior hasta que cubra la mitad de la altura del molde del flan. Esto es el famoso baño maría, que asegura una cocción lenta y uniforme.
Hornea durante unos 45-50 minutos. Sabrás que está listo cuando al pinchar con un palillo cerca del centro, este salga limpio. El centro aún temblará un poquito, es normal.
La paciencia es la clave del éxito
Saca el flan del horno y, con mucho cuidado, del baño maría. Déjalo enfriar por completo a temperatura ambiente.
Una vez frío, tápalo con film y a la nevera. Necesita un mínimo de 4 horas, aunque yo siempre lo dejo de un día para otro. Esta espera es fundamental para que la textura sea perfecta.
Algunos trucos que he aprendido por el camino
Para desmoldarlo, paso un cuchillo fino por todo el borde para asegurarme de que se despega bien. Luego, pongo el plato de servir encima del molde y, con un movimiento rápido y decidido, le doy la vuelta. Escucharás un «plof» satisfactorio y verás cómo el caramelo baña todo el flan.
A veces, para decorar, pongo una galleta Lotus entera encima o algunas migas alrededor. Queda muy bien.
No le pongas nata montada azucarada. El flan ya es bastante dulce. Si quieres acompañarlo, una cucharada de crème fraîche o un yogur griego natural le dan un contrapunto ácido que funciona de maravilla.
Una vez le añadí una cucharadita de café soluble a la mezcla líquida y el resultado fue espectacular. El toque de café y las especias de la galleta son una combinación ganadora.
El postre que nació de una casualidad
Y así es como una manía con el café se convirtió en un postre que ahora forma parte de mi recetario personal. No es solo un flan; es la prueba de que a veces, las mejores ideas surgen sin planificarlas, simplemente jugando en la cocina.
Cada vez que lo sirvo y veo las caras de sorpresa de mis invitados, me acuerdo de aquel día frente a la despensa. Es un recordatorio de que la comida es mucho más que seguir instrucciones; es crear pequeños momentos de felicidad.
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