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Panqueques de Avena, Manzana

Recuerdo perfectamente la primera vez que hice estos panqueques. Era un lunes caótico, de esos en los que te levantas tarde y todo parece ir en tu contra. Mi hijo pequeño había decidido que ya no le gustaban los cereales y yo no tenía pan fresco.

Miré la despensa con desesperación. Había un bote de avena, un par de manzanas rodando en el frutero y un plátano que pedía a gritos ser usado. En ese momento, no tenía una receta en mente, solo la necesidad de crear algo comestible en menos de media hora antes de que todos tuviéramos que salir corriendo.

Así, sin pensarlo mucho, empecé a mezclar ingredientes. El resultado fue tan sorprendentemente bueno que mi hijo los devoró y hasta pidió más. Desde ese día, se convirtieron en nuestro ritual de las mañanas ajetreadas. Lo mejor es que en unos 25 minutos, desde que empiezo a sacar las cosas hasta que los sirvo, el desayuno está resuelto.

El equilibrio perfecto entre energía y ligereza

Cuando empecé a prestar más atención a lo que comíamos, me puse a calcular el valor nutricional de mis inventos. Tenía miedo de que estos panqueques, a pesar de ser caseros, fueran una bomba calórica. Quería algo que nos diera energía para toda la mañana, pero sin la pesadez de los desayunos ultraprocesados.

Para mi sorpresa, al hacer los cálculos, descubrí que una porción generosa rondaba las 350 calorías. ¡Era perfecto! La clave está en que la dulzura viene casi toda de la fruta, de la manzana rallada y del plátano maduro. Esto elimina la necesidad de añadir un montón de azúcar.

Además, la avena aporta una buena dosis de fibra, que es lo que realmente te mantiene lleno y satisfecho hasta la hora del almuerzo. Ya no sentía esa caída de energía a media mañana. Era la prueba de que se puede comer algo delicioso, que parezca un capricho, pero que en realidad es bastante equilibrado y te cuida por dentro.

Lo que vamos a necesitar

No te imagines una lista de ingredientes interminable o difícil de encontrar. La belleza de esta receta es su simplicidad. Lo más probable es que ya tengas casi todo en tu cocina.

Para empezar, la base es una taza de avena en hojuelas. Yo uso la normal, la de toda la vida. No hace falta que sea una marca específica, la que tengas a mano funcionará de maravilla.

Luego, una manzana mediana. Me gusta usar variedades como la Fuji o la Gala porque son más dulces y jugosas, pero he probado con otras y el resultado es igual de bueno. Simplemente la rallo con la piel, que es donde está gran parte de la fibra.

También necesitarás un huevo, que actúa como el pegamento que une todo, y un poco de agua, unos 200 ml más o menos, para darle la consistencia correcta a la masa. A veces le añado un chorrito de extracto de vainilla, porque le da un aroma increíble mientras se cocinan.

Y por supuesto, el plátano. Uno bien maduro, de esos que tienen manchitas negras en la piel. Esos son los más dulces y caramelizan de una forma espectacular en la sartén. Lo corto en rodajas finas para ponerlas encima de cada panqueque justo antes de darles la vuelta. Para cocinar todo, un poco de aceite de coco o girasol es suficiente.

Manos a la masa: así los preparo

El proceso es casi tan rápido como reunir los ingredientes. Lo primero que hago es convertir las hojuelas de avena en harina. No te compliques, las meto en la licuadora o en un procesador de alimentos y le doy unos cuantos toques hasta que queda un polvo grueso. Me gusta que no quede una harina súper fina, porque esos trocitos le dan una textura más rústica y casera.

En un bol grande, echo la avena molida, la manzana que he rallado previamente, el huevo y el agua. Lo mezclo todo con una cuchara, sin mucho esmero, solo hasta que los ingredientes se integran y no quedan grumos secos. Si tengo cinco minutos extra, dejo reposar la masa. He notado que este pequeño truco ayuda a que la avena se hidrate bien y los panqueques queden un poco más esponjosos.

Caliento una sartén antiadherente a fuego medio con una gota de aceite. Este paso es importante; si la sartén no está lo suficientemente caliente, el primer panqueque tiende a pegarse. Aprendí esto a la mala.

Con una cuchara grande, vierto porciones de masa en la sartén caliente. Justo en ese momento, coloco con cuidado tres o cuatro rodajas de plátano sobre la superficie líquida de cada panqueque. Los cocino unos 2 o 3 minutos, hasta que veo que los bordes están firmes y aparecen burbujitas en la superficie.

Con una espátula, les doy la vuelta con un movimiento rápido y seguro. El lado del plátano empezará a oler a caramelo casi al instante. Los dejo otros dos minutos por ese lado, hasta que están doraditos, y listos. Repito el proceso hasta que se acaba la masa.

Algunos trucos que aprendí por el camino

Con el tiempo, he ido personalizando la receta según lo que tengo en casa o lo que nos apetece ese día. Es una base muy agradecida que se presta a experimentar.

Por ejemplo, un día no tenía manzanas y usé una pera rallada. El resultado fue increíble, con un toque de sabor completamente diferente pero igual de delicioso. A veces, si tengo arándanos en la nevera, los echo directamente en la masa. Le dan un punto ácido que contrasta genial con el dulce del plátano.

Si quiero darles un toque más especiado, sobre todo en los días más fríos de invierno, añado una pizca de canela en polvo a la masa. La combinación de canela, manzana y avena es simplemente reconfortante. Y si quiero hacerlos un poco más nutritivos, a veces agrego una cucharada de semillas de chía a la mezcla. Nadie las nota, pero sé que están ahí.

Para servir, las opciones son infinitas. A mi hijo le encanta con un hilo de sirope de arce por encima. Yo, en cambio, los prefiero con una buena cucharada de yogur griego natural y un puñado de nueces picadas para añadir un toque crujiente. Son tan versátiles que se adaptan al gusto de cada uno.

Un pequeño ritual que nos cambió las mañanas

Pienso en cómo algo tan simple, que nació de la improvisación en una mañana de locos, se ha convertido en una parte tan importante de nuestra rutina. Ya no son solo una solución de emergencia, sino un desayuno que preparamos con ganas.

Es curioso cómo una receta puede evolucionar y cargar con tantos recuerdos. No es solo un plato de panqueques; es el olor que llena la cocina los miércoles, la cara de mi hijo cuando ve los plátanos caramelizados, y la tranquilidad de saber que estamos empezando el día de una forma saludable y, sobre todo, feliz.

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