Todo comenzó, como suelen empezar las mejores historias en mi cocina, con un tupper de quinoa cocida que me miraba con resignación desde el fondo de la nevera. Llevaba ahí un par de días, y la idea de prepararme otra ensalada, por muy sana que fuera, me producía una pereza tremenda.
Fue entonces cuando se me encendió una bombilla. ¿Y si en lugar de masticarla, la batía? ¿Y si intentaba convertir esa quinoa solitaria en algo completamente diferente? Con más curiosidad que fe, la eché en la licuadora junto a un par de cosas más.
El resultado fue tan inesperado como delicioso: unos crepes finos, flexibles y con un sabor increíblemente bueno. Desde ese día, ya no cocino quinoa «por si acaso», ahora la preparo a propósito para tener siempre a mano la base de mis desayunos y cenas ligeras favoritas.
Contenido
- 1 Un capricho saludable que no pesa en la conciencia
- 2 Ingredientes para esta receta
- 3 Preparando la masa paso a paso
- 4 El ritual de cocinarlos en la sartén
- 5 Consejos y variaciones que he aprendido
- 6 El destino final de los crepes que sobran
- 7 Si te gustó esta receta, aquí tienes otra que seguro te va a encantar
Un capricho saludable que no pesa en la conciencia
Una de las cosas que más me fascinó de este invento fue descubrir lo ligero que resultaba. Cuando empecé a interesarme un poco más por lo que comía, me di cuenta de que un desayuno o una cena así eran un verdadero tesoro.
Dependiendo del relleno que elijas, cada crepe puede tener un aporte calórico muy bajo, a veces incluso menos de 100 calorías por unidad si no nos volvemos locos con el chocolate. Pero lo más importante no son solo los números. Es la sensación de estar comiendo algo que te nutre de verdad.
La quinoa es una fuente de proteína vegetal fantástica, y estos crepes te llenan sin hacerte sentir pesado. Es la comida perfecta para empezar el día con energía o para una cena ligera que no te impida dormir bien. Y lo mejor de todo es que el proceso completo, desde que enciendo la batidora hasta que tengo una pila de crepes listos, no me lleva más de veinte minutos.
Ingredientes para esta receta
No te dejes intimidar por el nombre, la lista de lo que necesitas es sorprendentemente corta y sencilla. Lo más probable es que ya tengas casi todo en tu despensa.
Para unos 6 u 8 crepes, que para mí es la medida perfecta para dos personas o para guardarme unos cuantos para el día siguiente, esto es lo que junto en la encimera:
-
Una taza de quinoa ya cocida. Me da igual si es blanca, roja o una mezcla de las tres; cada una le da un matiz de color y sabor ligeramente distinto. Si no tienes, solo tienes que cocer media taza de quinoa cruda en una de agua.
-
Un huevo grande. Siempre siento que si está a temperatura ambiente, la masa se integra mejor, pero seamos sinceros, la mayoría de las veces lo saco directamente de la nevera y no pasa absolutamente nada.
-
Media taza de leche. Aquí uso la que tenga abierta: de vaca, de almendras, de avena… Todas funcionan de maravilla, así que siéntete libre de usar tu preferida.
-
Dos o tres cucharadas de harina de avena o de almendra. Este es un truco que aprendí con el tiempo. Las primeras veces los hacía sin nada de harina y quedaban riquísimos pero muy delicados, casi se rompían al mirarlos. Un poco de harina les da la estructura justa para poder doblarlos y rellenarlos sin dramas. Si necesitas que sean sin gluten, asegúrate de que la harina lo certifique.
-
Una pizca de sal es innegociable, siempre realza los sabores.
-
Media cucharadita de polvo de hornear.
-
Si los voy a rellenar con algo dulce, a veces añado media cucharadita de azúcar y un chorrito de extracto de vainilla a la masa. Si van a ser salados, obviamente, me salto este paso.
-
Un poco de aceite de coco o mantequilla para engrasar la sartén.
Preparando la masa paso a paso
Aquí no hay secretos ni técnicas complicadas. De hecho, la parte más difícil es, probablemente, limpiar la licuadora después.
Pongo todos los ingredientes en el vaso de la licuadora: la quinoa cocida y ya fría, el huevo, la leche, la harina que haya elegido, la sal, el polvo de hornear y, si es el caso, el azúcar y la vainilla.
Le doy al botón y dejo que la máquina trabaje a alta velocidad durante uno o dos minutos. Lo que busco es una masa completamente lisa y homogénea, sin grumos de quinoa. La consistencia debe ser líquida pero con cierto cuerpo, muy parecida a la de los crepes tradicionales. Si la veo muy espesa, le añado un chorrito más de leche y vuelvo a batir.
El ritual de cocinarlos en la sartén
Ahora viene mi parte favorita. Caliento una buena sartén antiadherente a fuego medio. Créeme, una sartén de calidad es tu mejor aliada aquí. He librado batallas con sartenes mediocres y el resultado siempre era un amasijo de masa pegada y frustración.
Cuando la sartén está caliente, la engraso ligeramente con un poco de aceite de coco usando un papel de cocina. Vierto un cucharón pequeño de masa en el centro, más o menos un cuarto de taza.
Inmediatamente, inclino y giro la sartén con un movimiento rápido de muñeca para que la masa se extienda y forme un círculo fino. Es un gesto que, con la práctica, sale solo y resulta casi terapéutico.
Dejo que se cocine durante uno o dos minutos. Sabrás que es el momento de darle la vuelta cuando los bordes empiecen a secarse y a despegarse solos de la sartén. Con una espátula fina, lo levanto con cuidado y, con un movimiento rápido, le doy la vuelta.
Lo cocino un minuto más por el otro lado, hasta que esté ligeramente dorado. Luego, lo deslizo a un plato y repito la operación con el resto de la masa. Los voy apilando uno encima de otro; el propio calor que desprenden los mantiene tibios y flexibles.
Consejos y variaciones que he aprendido
La belleza de estos crepes está en su versatilidad. Con el tiempo, he ido experimentando y he descubierto algunas combinaciones que son una maravilla.
Cuando me apetece algo dulce, mis rellenos favoritos son el yogur griego con frutos rojos y un hilo de miel, o simplemente plátano en rodajas con un poco de crema de cacahuete. Son sencillos, saludables y están buenísimos.
Para los días que me pide el cuerpo algo salado, las posibilidades son infinitas. Me encanta rellenarlos con aguacate machacado, unas lascas de salmón ahumado y un poco de eneldo. Otra opción genial es saltear unas espinacas con ajo y desmenuzar un poco de queso feta por encima.
A veces, también juego con la propia masa. Un día, por pura curiosidad, le añadí una pizca de canela y nuez moscada a la versión dulce, y el aroma que inundó la cocina era espectacular. Para los salados, he probado a picar un poco de cebollino o perejil fresco y añadirlo a la licuadora. El resultado son unos crepes con puntitos verdes y un sabor fresco increíble.
El destino final de los crepes que sobran
Si por algún milagro te sobran crepes, guardarlos es muy fácil. Una vez fríos, los meto en un recipiente hermético en la nevera, y aguantan perfectamente un par de días.
Para recalentarlos, simplemente los paso unos segundos por la misma sartén a fuego medio o en el microondas. Vuelven a estar tiernos y flexibles, listos para un nuevo relleno.
Al final, estos crepes son mucho más que una simple receta. Son la prueba de que con un poco de imaginación y sin miedo a experimentar, hasta el tupper más olvidado del frigorífico puede transformarse en algo realmente especial.
Si te gustó esta receta, aquí tienes otra que seguro te va a encantar