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Pizza Casera en Sartén

Recuerdo perfectamente la primera vez que la hice. Vivía en un pequeño piso de estudiante, donde el horno era más un objeto decorativo que un electrodoméstico funcional. La nostalgia de una buena pizza casera me golpeó una noche de martes, y la idea de pedir comida a domicilio, otra vez, me parecía un fracaso.

Fue entonces cuando, mirando la sartén que usaba para todo, se me ocurrió la idea. ¿Y si intentaba cocinar la masa directamente sobre ella? No tenía nada que perder.

Aquel experimento, nacido de la necesidad y el antojo, se convirtió en una de las recetas más importantes de mi repertorio. Una solución rápida, sorprendentemente eficaz y que, a día de hoy, sigo preparando incluso teniendo un horno en perfecto estado.

Un capricho que no tiene por qué ser una bomba calórica

Cuando empecé a prestar más atención a lo que comía, una de las primeras cosas que hice fue analizar esta receta. Me asustaba pensar que un placer tan grande pudiera estar cargado de calorías vacías.

La sorpresa fue mayúscula. Al controlar yo mismo cada ingrediente —desde la cantidad de aceite hasta el tipo de queso y los toppings—, me di cuenta del poder que tenía. Las pizzas de cadenas comerciales suelen estar cargadas de sodio, grasas de dudosa procedencia y aditivos.

Haciendo algunos ajustes mínimos, como usar un queso mozzarella de buena calidad pero sin exceso, elegir un embutido magro y cargarla de verduras, logré una versión que ronda las 450-500 calorías por pizza individual. Mucho menos que cualquier opción ultraprocesada y, sinceramente, con un sabor infinitamente superior. Es la prueba de que casero casi siempre significa más saludable.

Lo que vamos a necesitar

La magia de esta receta reside en su sencillez. No necesitas ingredientes extraños ni difíciles de encontrar. Seguramente ya tienes casi todo en tu despensa.

Para nuestra masa salvavidas:

  • Una taza de harina de trigo, la de todo uso que tengas por casa funciona perfectamente.
  • Media cucharadita de sal y otra media de azúcar. La primera potencia el sabor y la segunda ayuda a la levadura.
  • Un chorrito generoso de aceite de oliva virgen extra. Esto le da elasticidad y un sabor increíble.
  • Media taza de agua tibia. Es importante que esté tibia, no caliente, para no matar a la levadura.
  • Media cucharadita de levadura instantánea. Si no tienes, no entres en pánico: una cucharadita de polvo para hornear te sacará del apuro, aunque la textura será un poco diferente, más densa.

Para el relleno (mi combinación clásica):

  • Una buena salsa de tomate casera o, si tienes prisa, una comprada de calidad.
  • Unos 150 gramos de queso mozzarella. Me gusta usar una bola fresca y cortarla en rodajas, se derrite de maravilla.
  • Unos 100 gramos de mi embutido favorito: una longaniza calabresa picante. Pero puedes usar chorizo, pepperoni o simplemente jamón cocido.
  • Media cebolla morada cortada en tiras muy finas. Le da un toque crujiente y dulce.
  • Orégano seco. Imprescindible para ese aroma final a pizzería.

Manos a la masa: la preparación paso a paso

Aquí es donde empieza la diversión. Olvídate de procesos complicados. Esto es casi terapéutico. En un bol grande, pongo la harina, la sal, el azúcar y la levadura. Lo mezclo todo un poco con una cuchara.

Luego, hago un pequeño hueco en el centro y vierto el aceite de oliva y el agua tibia. Empiezo a integrar los líquidos con la harina, primero con la cuchara y luego, cuando ya no puedo más, con las manos. No hay nada como sentir cómo la masa empieza a cobrar vida.

La paso a la encimera ligeramente enharinada y la amaso unos cinco o siete minutos. No hace falta ser un experto, solo doblar, estirar y girar hasta que esté suave y elástica. Si usaste levadura, la devuelves al bol, la tapas con un paño y la dejas reposar unos 30 minutos en un lugar cálido. Ese tiempo es mi momento para preparar el resto de los ingredientes y tomarme algo. Si usaste polvo de hornear, te saltas este paso.

Una vez lista, la estiro con las manos o un rodillo sobre la encimera, dándole una forma redonda del tamaño de mi sartén. No busco la perfección, los bordes rústicos tienen su encanto.

Caliento una buena sartén antiadherente a fuego medio. Es crucial que tenga tapa. Pongo un hilo mínimo de aceite y coloco la masa con cuidado. La cocino unos 3 o 4 minutos por ese lado, hasta que veo que se infla un poco y la base está dorada.

Con una espátula grande y decisión, le doy la vuelta. Inmediatamente, bajo el fuego al mínimo. Este es el truco para que no se queme la base mientras se hace el resto.

Rápidamente, cubro la cara ya cocinada con la salsa de tomate, distribuyo el queso, las rodajas de embutido y la cebolla. Espolvoreo el orégano, tapo la sartén y la dejo tranquila.

En unos 5 o 7 minutos, el calor atrapado habrá derretido el queso de forma espectacular y la base estará perfectamente crujiente. El aroma que inunda la cocina en este momento es una auténtica maravilla.

Consejos y otras ideas que he probado

Con el tiempo, he ido experimentando. Una vez, para un amigo vegetariano, sustituí el embutido por champiñones salteados con ajo y espinacas frescas añadidas al final. El resultado fue increíble.

Si te sientes aventurero, puedes añadir una parte de harina integral a la masa para un toque más rústico y con más fibra. También he probado a usar queso provolone en vez de mozzarella, y el sabor ahumado es otro nivel.

Un truco que me encanta es frotar un diente de ajo partido por la mitad sobre la base de la pizza justo al darle la vuelta, antes de poner la salsa. Le da un perfume sutil y delicioso. Y si te gusta el picante, unas lascas de guindilla por encima son un acierto seguro.

El sabor de la creatividad y la sencillez

Aquella pizza de estudiante, nacida de una cocina sin horno, se ha quedado conmigo para siempre. Ha evolucionado, ha cambiado de ingredientes mil veces, pero la esencia es la misma: una comida deliciosa, reconfortante y honesta.

Se ha convertido en la cena de los viernes de peli y manta, en la solución a una comida improvisada con amigos y en la prueba de que para comer increíblemente bien, a veces solo hace falta un poco de ingenio y una buena sartén.

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