Hay recetas que no solo alimentan el cuerpo, sino también el alma. Para mí, estas gorditas de leche condensada son justo eso: un pequeño bocado de felicidad, un recuerdo instantáneo de tardes tranquilas y el olor a dulce en el aire. No son las gorditas saladas de masa de maíz que quizás conozcas, no. Estas son suaves, esponjosas y tienen una dulzura que reconforta. Las aprendí a hacer de… bueno, de un experimento casero que resultó ser un éxito rotundo.
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Lo que encontré en la despensa (y resultó ser magia)
La primera vez que las hice fue un día que se me antojaba algo dulce pero no tenía ganas de complicarme la vida. Abrí la despensa y junté lo que había. Resultó que con cosas súper básicas salió esta maravilla. Necesitas un par de tazas de harina de trigo de la normal, la que usas para todo. Una cucharadita de polvo para hornear es clave para que no queden mazacotes, y esa pizca de sal que parece insignificante pero realza todos los sabores. Y aquí viene la estrella, el alma de la fiesta: una lata entera de leche condensada. Sí, la lata completa, sin miedos. Para unir todo y darles estructura, dos huevos. Y un toque de esencia de vainilla para ese aroma delicioso. A veces, si la masa me pide un poco más de hidratación, le añado un chorrito de leche normal, pero con cuidado, solo lo justo.
Manos a la masa (y a no desesperar con lo pegajoso)
Empezar es fácil. En un bol amplio, junto la harina, el polvo para hornear y la sal. Le hago un hueco en medio, como si fuera un volcán, y ahí vierto la leche condensada, los huevos y la vainilla. Al principio, revuelvo con una espátula o cuchara, pero enseguida paso a usar las manos. Sí, se pone pegajoso, ¡pero es parte de la diversión! La idea es integrar todo hasta que no veas rastros secos de harina. La masa queda espesa, sí, pero no dura. Si la sientes demasiado pegajosa, esa es la señal para añadir ese poquito de leche extra que mencioné antes, pero no te pases, solo una cucharadita o dos si acaso. No queremos que se vuelva líquida, solo más manejable.
Una vez que tengo la masa lista (que no te estrese si no queda perfecta, la mía nunca lo hace), cojo porciones pequeñas. Pienso en el tamaño de una nuez o un poquito más grande. Las aplasto suavemente con las palmas, dándoles forma redonda. No muy finas, eh, queremos que queden gorditas, con cuerpo.
El baile en el comal: de masa cruda a tesoro dorado
Ahora viene mi parte favorita: cocinarlas. Caliento un comal o sartén antiadherente a fuego medio. Es importante que no esté altísimo para que no se quemen por fuera y queden crudas por dentro. Lo engraso con una pizca de mantequilla o un poquito de aceite. No mucho, solo lo suficiente para que no se peguen.
Pongo las gorditas con cuidado y las dejo cocinar. ¿Cuánto tiempo? Pues no lo mido con reloj exacto. Me fijo en los bordes: cuando empiezan a verse opacos o un poquito dorados por debajo, es momento de darles la vuelta. Suelen ser unos 2 o 3 minutos por cada lado, a veces un poco más dependiendo del grosor y el calor. Tienen que quedar doraditas, con ese color que te dice «¡cómeme!».
Esta parte es relativamente rápida. Una vez que el comal está caliente, en unos 15-20 minutos tienes una buena tanda de gorditas listas para devorar. Es mi truco para una merienda exprés.
Más allá de la gordita desnuda (si te atreves)
La verdad, estas gorditas son tan ricas por sí solas que no necesitan nada más. Comerlas recién hechas, calientitas, es mi estado ideal. Pero si te sientes aventurero, una cucharadita de mermelada (la de fresa les va genial) o un hilito de cajeta… ¡ufff! Las lleva a otro nivel. A mí me gusta servirlas a veces con un café con leche, es la combinación perfecta para una tarde de apapacho.
Algo más que un simple antojo
Esta receta es de esas que te recuerdan que a veces las cosas más sencillas te dan las mayores alegrías. No sé cuántas calorías tendrán (la verdad, prefiero no pensarlo demasiado cuando me como un par), pero sí sé que el tiempo invertido es mínimo y la recompensa emocional, enorme. Es mi pequeña dosis de dulzura casera, lista en minutos. Quizás te pase lo mismo a ti.